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4 dic. Cada 24 de diciembre, la ciudad de San Juan de los Remedios, ubicada en la provincia de Villa Clara en el corazón de Cuba, se transforma en un escenario de competencias amistosas y alegría desbordante. En esa fecha, locales y visitantes van más allá de la tranquilidad que caracteriza a esta villa fundada por los colonizadores españoles y se sumergen en las Parrandas: una celebración que en 2018 la UNESCO reconoció como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
Lo fascinante de esta festividad no es solo su magnitud o su espectáculo pirotécnico —aunque estos sean realmente impresionantes—, sino la historia que la precede y la pasión que vuelve a avivarse año tras año en el corazón de sus pobladores.
La historia comienza a principios del siglo XIX, en diciembre de 1820. El sacerdote Francisco Vigil de Quiñones, párroco de la iglesia de Remedios, se enfrentaba a un problema común en su época: muy pocos feligreses se presentaban a las misas de madrugada que se celebraban desde el 16 hasta el 24 de diciembre —las llamadas "Misas de Aguinaldo". Ingeniosamente, el sacerdote reclutó a los niños y adolescentes del pueblo y los armó con matracas, pitos, latas y otros utensilios ruidosos, con instrucciones de recorrer las calles y despertar a los vecinos.
Lo que comenzó como un estratagema para llenar iglesias se convirtió en una tradición que ha perdurado más de dos siglos. El sonido de pitos y latas eventualmente evolucionó hacia un fenómeno cultural complejo que integra música, arte visual, pirotecnia de clase mundial y un espíritu competitivo que divide la ciudad en dos bandos rivales pero amistosos.
Desde mediados del siglo XIX, la celebración adquirió su estructura actual. Remedios se divide en dos barrios que compiten entre sí: El Carmen y San Salvador. Ambos bandos pasan todo el año preparándose en absoluto silencio para sorprender a sus contrincantes.
La competencia se materializa en cuatro elementos artísticos principales que hacen única a esta celebración:
Aunque la célula nerviosa de la festividad ocurre la noche del 24 de diciembre, la celebración comienza el 16 de ese mes; y a partir de entonces ocurre la "Parranda Chiquita" —una versión más pequeña dirigida a los amantes de la pirotecnia y a las nuevas generaciones.
Para quien viaja a Remedios durante las Parrandas, la experiencia es inmersiva pero requiere preparación. La ciudad, que normalmente es tranquila y posee una atmósfera colonial encantadora, se convierte en un hervidero de humanidad durante estas fechas.
Antes de llegar, es recomendable organizar el alojamiento. Los establecimientos de la colección Hoteles E son excelentes opciones, al igual que las casas de alquiler privadas que ofrecen vistas directas a los trabajos de plaza. Para quienes arriban días antes o después de las festividades, Remedios ofrece un patrimonio arquitectónico y cultural muy valioso: la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista es considerada una de las 30 maravillas de la arquitectura cubana, con un altar de cedro y oro de excepcional belleza; mientras que su plaza frontal, el Parque José Martí, construido en 1852, es un espacio pintoresco ideal para fotografías.
Otros puntos de interés incluyen las Ruinas de la Iglesia de Nuestra Señora del Buen Viaje, envueltas en leyendas de pescadores y milagros, y el Museo de las Parrandas, un espacio dedicado a preservar 200 años de historia y tradición, mostrando carrozas históricas, trabajos de plaza en réplica, y fotografías documentales.
Lo que comenzó en 1820 en Remedios se ha propagado. Actualmente, dieciocho comunidades de la región central de Cuba celebran sus propias Parrandas (también reconocidas por la UNESCO). Ciudades como Caibarién, Zulueta, Guayos y Chambas tienen sus versiones de la festividad, aunque Remedios sigue siendo el epicentro indiscutible y el lugar donde la tradición es más antigua y celebrada con mayor escala.
Las Parrandas de Remedios no son simplemente un festival de fuegos artificiales o una competencia musical. Son la expresión tangible de la identidad cubana, transmitida de generación en generación.