17 ene. Con el aval que otorgan siglos de rica y variada arquitectura, La Habana, Ciudad Maravilla, exhibe con orgullo las construcciones clásicas que posee, donde conviven lo antiguo, lo contemporáneo y lo moderno.
Buena prueba de ello es el edificio Bacardí, pionero de la tendencia Art Decó en esta ciudad. En el momento de su construcción -año 1930- se le consideró el más alto de Cuba, y aún hoy es uno de los mejores exponentes de ese estilo en América Latina.
Está localizado en la avenida Bélgica, esquina San Juan de Dios, en la histórica zona de la Habana Vieja, y ocupa una superficie de 1 320 metros cuadrados. Originalmente se erigió para alojar las oficinas de la compañía ronera Bacardí, de la cual tomó el nombre.
Cuenta la historia que su propietario y constructor, Emilio Bacardí, deseaba una edificación grandiosa, que mostrase el poder de la compañía y su vínculo con la modernidad cultural, marcada en ese entonces por el estilo arquitectónico de moda en la Europa de principios del siglo XX.
El proyecto fue producto de un concurso al cual la compañía convocó a un limitado número de arquitectos. Correspondió el premio a la idea presentada por Esteban Rodríguez Castells, Rafael Fernández Ruenes y José Menéndez Menéndez, este último además ingeniero.
De doce plantas, con tres cuerpos de fachada donde el central destaca en altura, lo corona la figura mítica del murciélago símbolo de la marca Bacardí, sustentado por un poliedro de vidrio que se ilumina internamente en la noche.
Al acceder al primer piso, los visitantes pueden admirar el pórtico, paredes, piso y techo revestidos con granito rosado de Baviera, y los dos vestíbulos cubiertos con mármol natural hasta el techo de color verde suave, material que en ese entonces se usaba por primera vez en la isla.
No deja de notarse la presencia de azulejos y mosaicos de colores, además de otros elementos decorativos entre los que destacan delicados bajorrelieves de seres mitológicos como las sílfides, ninfas y salamandras.
En la ornamentación de exteriores e interiores se empleó granito de varias regiones europeas, lo cual convierte al inmueble, sin proponérselo, en un museo geológico y minero que posee rocas de todo el Viejo Continente.
La propiedad conserva toda la decoración original en muy buen estado y ha sido sometida a dos restauraciones: una en 1996, conducida por la Oficina del Historiador de la Ciudad, y otra en el año 2001, con la intervención de una entidad italiana especializada.
En la actualidad, como en su proyecto original, el nonagenario edificio continúa siendo un centro de negocios y está ocupado por oficinas de empresas nacionales y foráneas. Aunque la firma Bacardí abandonó la isla tras el triunfo revolucionario de 1959, el valor histórico, cultural y arquitectónico de su inmueble lo convierte en uno de los sitios icónicos de la capital cubana.